El Síndrome Post Cuidados Intensivos se caracteriza por un importante deterioro neurocognitivo, psicológico y funcional, cuyos efectos se pueden prolongar incluso muchos años después del egreso hospitalario.
El 11 de marzo de 2020, el director General de la OMS resaltaba el aumento exponencial de casos por Covid-19, con más de 110 países afectados y unos 4.300 fallecidos. Mostraba su preocupación por los alarmantes niveles de propagación y gravedad de esta enfermedad, concluyendo que se trataba de la primera pandemia generada por un coronavirus.
Hoy, tras más de 100 días, el mundo está sumido en una crisis sanitaria muy lejos de ser controlada, con tasas de mortalidad que fluctúan según cada país y teniendo en común una cantidad significativa de personas contagiadas que requieren hospitalización y atenciones en unidades de cuidados intensivos (UCI), para asistencia ventilatoria u otros cuidados críticos, lo que ha provocado que los sistemas sanitarios estén al borde del colapso, sin olvidar la profunda crisis familiar, social y económica que esta enfermedad ha desatado.
El PICs tiene varios responsables: la estadía prolongada en unidades intensivas, sepsis, altos grados de sedación y analgesia, ventilación mecánica, delirio, inmovilidad y aislamiento.
Cuando observamos los reportes epidemiológicos, prestamos mucha atención al número de contagiados, fallecidos, recuperados, hospitalizados e incluso aquellos que están en condición crítica apoyados por ventilación mecánica; pero hay un porcentaje de personas que no aparecen en estas estadísticas. Nos referimos a los pacientes con Covid-19 que han sobrevivido a la forma más grave de la enfermedad y que ahora buscan retomar la normalidad posterior a su, muchas veces prolongada, estancia en la UCI. En este despertar los acompañará su familia, pero también las deudas, problemas, recuerdos y necesidad de volver a ser un aporte a la sociedad.
En el año 2010 la Sociedad de Medicina Intensiva de Estados Unidos definió el concepto de Síndrome Post Cuidados Intensivos (PICs), en referencia a una entidad clínica que aparece en un 30 a 50% de los pacientes sobrevivientes a UCI, caracterizado por un importante deterioro neurocognitivo, psicológico y funcional, cuyos efectos se pueden prolongar incluso muchos años después del egreso hospitalario. El PICs tiene varios responsables: la estadía prolongada en unidades intensivas, sepsis, altos grados de sedación y analgesia, ventilación mecánica, delirio, inmovilidad y aislamiento, eventos que son comunes en las personas hospitalizas en unidades de pacientes críticos.
Estudios clínicos indican que los pacientes con PICs tienen importantes alteraciones en las funciones cognitivas, trastornos de salud mental como ansiedad (35-50%), depresión (35%) y estrés post traumático (25%), alteraciones del sueño, disfunción cardiorrespiratoria, polineuropatías (25-46%), miopatías (45-96%), lo que conlleva a que el usuario mantenga una gran necesidad asistencial de salud, con dificultades para retomar su rol familiar y social, un tardío o ausente reintegro laboral, con un impacto económico y en la calidad de vida significativo. Más aún este síndrome también afecta a los familiares (PICS-F), convirtiéndolos en una población vulnerable, en muchas ocasiones olvidada, que sufre consecuencias negativas en los ámbitos físico, psicológico y social, por las que se deteriora su propia calidad de vida.
Este síndrome se podría transformar en un problema epidemiológico relevante y que aún no ha sido dimensionado, por lo tanto, debemos estar alertas y preparados para enfrentarlo.
Si consideramos hoy a los pacientes ingresados en UCI con diagnóstico de Covid-19, nos encontramos con personas que requieren períodos más prolongados en ventilación mecánica, mayor inducción farmacológica, medidas extremas de aislamiento y confinamiento estricto, lo que podría propiciar el desarrollo del PICs. Ante la magnitud del Covid-19 y un correlativo aumento en la necesidad de UCI, este síndrome se podría transformar en un problema epidemiológico relevante y que aún no ha sido dimensionado, por lo tanto, debemos estar alertas y preparados para enfrentarlo.
Es necesario centrar las acciones tanto gubernamentales, como desde el mundo privado, ya no sólo en el ataque a la fase aguda del Covid-19, sino que también a observar a los usuarios que han logrado superar su paso por la UCI. En ellos y en sus familias, debemos enfocar la atención, acompañar su reintegro laboral, salvaguardar su salud mental y espiritual, mejorando su calidad de vida; esto será nuestra próxima arista de acción. Para que el día después de mañana de nuestros expacientes, se transforme en un amanecer radiante y no en un ocaso desolador.
Dr. Cristhian Mendoza Sepúlveda
Coordinador Magíster en Biología Celular y Molecular de las Enfermedades Crónicas no Transmisibles
Ricardo Arriagada Garrido
Docente carrera de Kinesiología
Universidad San Sebastián