Por decirlo de alguna manera, todos nos volvemos más pobres, pero el efecto en los sectores más desprotegidos es, sin duda, mayor y muy preocupante.
Lo complicado de la crisis económica que estamos viviendo es que promover la reactivación genera un tremendo dilema para autoridades y empresarios. Por un lado, el mensaje de la autoridad sanitaria es quedarse en casa, evitando los desplazamientos, medida que una parte de la población puede cumplir, mientras otros no pueden porque requieren salir a trabajar para llevar sustento a su hogar.
En relación con las empresas, mientras no puedan retornar a sus actividades difícilmente podrán mejorar sus ventas, aspecto clave para mantener el empleo y el nivel de ingresos que buscan como organización.
Al analizar cómo enfrentan las organizaciones esta crisis, algunas han podido mantener su funcionamiento, quizás no al ciento por ciento, pero al menos trabajando con un porcentaje importante en su capacidad, con sistema de teletrabajo y horarios acotados. Ello ha permitido que sus trabajadores mantengan el empleo y, por ende, sus ingresos.
Sin embargo, existen muchos trabajos menos calificados, que requieren la presencialidad, y producto de la pandemia, las empresas han tenido que cerrar. Estas medidas afectan por lo general a los sectores más desprotegidos. Por ello, el apoyo estatal debe ir enfocado a estos segmentos de menores ingresos.
El alza del desempleo que llevamos hasta el momento (6,9% septiembre-noviembre 2020 versus 8,9% trimestre febrero-abril 2020), así como la disminución en la actividad productiva (IMACEC -14,1 % para abril 2020), hacen pensar en los efectos negativos en los ingresos de un porcentaje importante de la población. Todos aquellos que han perdido su fuente laboral, o que pasarán aún un par de meses sin tener normalidad en la ejecución de sus trabajos u oficios, sin duda se empobrecerán si no tienen apoyo financiero que difícilmente vendrá del sector privado, sino que debe provenir del fisco, con algún tipo de transferencia.
Los sectores medios y de mayores ingresos, ven comprometidos también sus haberes, sin embargo, estos últimos cuentan con patrimonio para hacer frente a las “vacas flacas”, por lo que ese “empobrecimiento” les implica controlarse en los gastos, pero no comprometer el presupuesto básico de alimentación, vivienda y subsistencia. Por decirlo de alguna manera, todos nos volvemos más pobres, pero el efecto en los sectores más desprotegidos es, sin duda, mayor y muy preocupante.
Karin Bravo Fray
Directora de Postgrados y Desarrollo Profesional
Universidad san Sebastián, sede Concepción