Columna del diario La Tercera. Por Paula Dagnino, PhD., directora del Postítulo en Psicoterapia y Salud Mental para la Práctica Actual, de la Facultad de Psicología de la Universidad San Sebastián. Fecha de publicación 22/02/2022.
Todos nos hemos visto impactados por el caso del niño de 12 años que se suicidó en Estados Unidos producto del bullying recibido durante un año en su escuela. Particularmente, nos preguntamos cómo un niño a tan corta edad puede sentir que es mejor no vivir; ¿Cómo darse cuenta? ¿Qué podemos hacer?
Pero primero, debemos saber qué es el bullying, o acoso escolar, es toda intimidación o agresión física, psicológica o sexual que implica un desequilibrio de poder o fuerza contra una persona en edad escolar. Esta se da en forma reiterada, de manera tal que causa daño, temor y/o tristeza en la víctima o en un grupo de víctimas.
Diversos estudios han mostrado cómo este fenómeno dificulta la integración al medio escolar y el desarrollo normal de los aprendizajes y tiene efectos negativos tanto anímica como físicamente en los niños, provocando una baja de la autoestima, ausentismo, rechazo a la escuela y sus compañeros, estados de ansiedad, depresión y aumento del riesgo de autolesiones e incluso suicidio. Tanto las víctimas como los victimarios presentan más riesgo de desarrollar problemas de salud mental en el futuro, incluso 40 años después.
Prevenir y detener el acoso implica un compromiso de la sociedad de crear un entorno seguro para los niños donde ellos puedan crecer emocional, social y académicamente, sin tener miedo. Los profesores, padres y estudiantes pueden hacer un gran cambio.
Los docentes deben estar atentos a situaciones de intimidación en su sala de clases y deben intervenir tempranamente. Muchas veces las situaciones de bullying se dan en los baños o en el recreo, los pasillos llenos de gente, por lo que deben estar atentos a los niños al volver de estas instancias.
Por otro lado, la familia debe hablar acerca del bullying en casa, de lo que significa, de qué harían si ven que le pasa a otro niño o si les pasa a ellos. También si sus hijos son muy inseguros o tienen una baja autoestima, ayudarlos, fortalecerlos en esos temas.
Por último, los estudiantes mayores pueden ser mentores de los más chicos en los peligros del uso de la tecnología y de lo que es el ciberacoso.
Es fundamental que la educación se centre en reconocer, respetar y valorar las emociones propias y de los otros, la mirada empática, los valores. Esta formación afectiva es una de las mejores armas contra el acoso y debe integrarse al curriculum escolar de manera transversal desde los primeros años, y formar parte de la enseñanza familiar.