No es novedad los profesores necesiten apoyo constante para su bienestar, para mantener su salud emocional, contener a sus estudiantes y reencantarse cada día con su labor.
El Ministerio de Educación acaba de presentar el documento: Claves para el Bienestar: Bitácora para el Autocuidado Docente. Es una guía con recetas para que el profesorado, que está a punto de concluir un semestre cumpliendo con su labor en medio de la pandemia, sobreviva a lo que queda de ella.
Aunque este esfuerzo solo se puede valorar, hay dos ausencias importantes. Hace casi 10 años que el Mineduc invierte en la formación de profesores y profesoras para que realicen mentorías a quienes recién comienzan en este ejercicio. Para ello establece convenios con universidades acreditadas que diseñan y ejecutan programas académicos específicos.
He participado de este esfuerzo en una de esas instituciones, delineando programas que contemplan un componente que fortalece sus habilidades socioemocionales, todas las que tienden a su propio bienestar y al de su entorno. Asimismo, esa conciencia por el bienestar de sus estudiantes y sus comunidades forma parte del ethos de la profesión. Lo prueban muchas de las imágenes que hemos visto en estos días. Algunos que recorren largas distancias rurales a caballo para cumplir su labor, otras realizan campañas para reunir alimentos e ir en ayuda de las familias de su comunidad educativa.
Sus acciones movilizan experiencias educativas a través de las redes sociales y de las distintas plataformas que les permiten llegar a donde la tecnología y la economía permiten. Porque saben que quien se conecta puede continuar con su educación, y quien no, se lo pierde.
Una vez más el Mineduc reacciona entregando recetas, una vez más desconoce su propia inversión en el desarrollo docente y el potencial que ha instalado para actuar en favor del bienestar del sistema educativo en estos momentos de crisis.
Los profesores y profesoras están en contacto con sus comunidades y, en muchos casos, se hacen cargo de esas debilidades del sistema escolar. Por eso no es novedad que necesiten apoyo constante para reencontrarse, para mantener su salud emocional, contener a sus estudiantes y reencantarse cada día con su labor. Pero también saben que las comunidades escolares se encuentran agobiadas y que escasamente acogen abordar estos temas, ni siquiera cuando se hacen solicitudes explícitas de humanizar el trabajo.
Si bien parece un contrasentido, la pandemia ayuda a ver la necesidad imperiosa de generar este espacio para el bienestar docente en los propios entornos escolares. Es triste y a la vez esperanzador que las circunstancias actuales nos empujen a retomar un ejercicio más humano.
Claramente aquí hay una oportunidad que el Mineduc reconoce, pero aprovecha parcialmente. Una vez más reacciona entregando recetas, una vez más desconoce su propia inversión en el desarrollo docente y el potencial que ha instalado para actuar en favor del bienestar del sistema educativo en estos momentos de crisis. De la misma manera, pierde el potencial inherente a la propia formación en pedagogía, encarnada en cada docente que ejerce hoy.
Entonces, ¿qué haremos para actuar para el presente y cambiar el futuro? ¡Ser valientes, pues! Es para valientes repensar la educación, es para valientes actuar para el bienestar de nuestras comunidades, es para valientes pensar a largo plazo, es para valientes volver a lo humano y que la escuela sea el espacio en donde se viva todo aquello.
Geraldine Jara
Directora de Desarrollo Profesional y Postgrado
Facultad de Ciencias de la Educación
Universidad San Sebastián