Rodrigo Pradenas, coordinador del Postítulo en Discapacidad Intelectual e Integración Escolar, nos explica cómo abordar el tema. Según datos de la OMS, uno de cada 160 niños y niñas en el mundo manifiesta diagnóstico de TEA.
El aumento del COVID-19 se ha manifestado como un desafío para todos, desde lo laboral hasta el campo social, impidiendo realizar esquemas ya planeados, afectando la estabilidad emocional y las rutinas diarias.
Para el coordinador del Postítulo en Discapacidad Intelectual e Integración Escolar, Rodrigo Pradenas, esta experiencia nos permite entender la realidad de una persona con TEA (Trastorno del Espectro Autista). “Vivimos en esta estructura que de alguna u otra manera se ha roto de forma drástica, traduciéndose en crisis emocionales y de comportamientos”, señala el coordinador, explicando los hábitos que son fundamentales para algunos de estos niños y los riesgos que conllevan los cambios radicales.
“Si bien como profesor y familiar de personas con TEA es relevante emplear la anticipación para convivir en los distintos entornos, frente al actual escenario se dificulta esto, pues debemos traer los entornos al hogar. ¿Cómo podemos realizar esto? Debemos enfocarnos en el uso de la tecnología, permitiéndonos trabajar con los vínculos ya establecidos, fortaleciendo la comunicación entre compañeros, amigos, familiares y docentes”, destaca el experto.
También es necesario habilitar un espacio y horario delimitado para continuar el proceso de enseñanza en casa; implementar técnicas para el esparcimiento, procurando no perturbar el apego a las rutinas ya establecidas; y siempre emplear claves visuales, cronogramas con pictogramas o fotografías. Es importante la implementación de estrategias consensuadas entre el centro educativo y el hogar, permitiendo atenuar el impacto del cambio producido en las actividades.